Por un 25 de mayo en diálogo con África
Bandera de la Unión Africana
En estos tiempos en que las celebraciones se llevan a cabo en el espacio doméstico, y en ciertos casos, conectividad mediante, logran expandirse más allá de las fronteras hogareñas, me pregunto si no será una buena oportunidad para descansar de aquellos 25 de mayo repetidos hasta el hartazgo, cargados de estereotipos que funcionaron como actualización del relato "blanqueador" que supimos conseguir.
La invitación supone entonces, mirar más allá de las pinturas estereotipadas de nuestro 1810, para observarnos, y reconocernos en diálogo con el continente africano, con el cual compartimos además un significativo 25 de mayo.
En el continente africano, cada 25 de mayo se celebra el Día de África, conmemorando aquella reunión del año 1963 en la que 32 líderes africanos reunidos en la capital de Etiopía, Adís Abeba, crearon la Organización de la Unidad Africana, conocida hoy como Unión Africana. La organización, fundada de acuerdo a los lineamientos del movimiento panafricanista, bregó por la independencia de los pueblos aún sometidos al dominio colonial. Dicho movimiento político, filosófico cultural y social, promovió la unión de los estados africanos y sobre todo, una reivindicación de la "negritud" entendida como orgullo y motor de lucha por la liberación.
Paradojas de lo impredecible de la historia, la Argentina comparte su fecha patria con África pero a diferencia de pensarnos de un modo vincular, la narrativa patria albiceleste se ocupó de lo contrario. Urge entonces la pregunta ¿Qué nos une a ese vasto continente conformado por 55 países, más de mil millones de habitantes, 22 Premios Nobel,. y más de 1.700 lenguas?
La conformación del Estado Nacional argentino a mediados del Siglo XIX estuvo acompañada por la construcción de un idea de ser nacional "blanco", occidental, y que descendía de la inmigración europea. Se quitó de la narrativa todo aporte étnico que se encuentre más allá de la frontera de lo "blanco" o europeo, con lo cual los sujetos africanos, afrodescendientes e indígenas fueron de este modo extirpados del relato histórico hegemónico. De esta manera se conformó la visión de la Argentina "blanca" constituida a través de la inmigración europea, idea que persiste hasta la actualidad y que solemos escuchar en los medios de comunicación. Sin embargo la presencia de seres humanos esclavizados a partir de la trata transatlántica ocurrida entre el siglo XVI y el siglo XIX, no sólo evidencia la incidencia de este enorme colectivo humano en el levantamiento de la nación en términos económicos y socioculturales, sino que además sus descendientes fueron y son actores de relevancia en la escena nacional argentina.
La creencia de sentido común supone que los millones de seres humanos esclavizados desaparecieron cuando la Asamblea del Año XIII dictó la libertad de vientres, sin embargo su desaparición en tanto esclavizados ocurrió en 1853 al ser sancionada la Constitución Nacional. Es decir, que si volvemos nuestra mirada hacia los actos patrios escolares y a las representaciones de los sujetos sociales, encontramos imágenes estereotipadas que tergiversan la situación de esclavitud de aquellos africanos convirtiéndolos en alegres vendedores ambulantes cual visionarios emprendedores. De este modo aparece romantizada la situación de esclavitud.
Esta conversión discursiva instala la idea de la desaparición de la esclavitud en 1813 y arrastra con ella, la suposición de la desaparición física de los africanos, y por ende de sus descendientes. Por el contrario, la participación y el protagonismo de africanos y afrodescendientes en innumerables hechos históricos no sólo desmiente esta negación sistemática sino que reclama su lugar protagónico en la historia.
En este sentido, recuperando a una sujeta política transcendente, podemos mencionar a María Remedios del Valle, o mejor, a la "Madre de la Patria".
Nacida a mediados del siglo XVIII en Buenos Aires, formó parte de la expedición militar al Alto Perú y fue nombrada sargento mayor en 1829.
Así figura lo relatado en el expediente que inicia el trámite para su reconocimiento: “desde el primer grito de la Revolución tiene el honor de haber sostenido la justa causa de la Independencia, de una de aquellas maneras que suelen servir de admiración a la Historia de los Pueblos […] Quizás recordarán el nombre de la Capitana patriota María de los Remedios […] por alimentar a los jefes, oficiales y tropas que se hallaban prisioneros por los realistas, por conservarlos, aliviarlos y aún proporcionarles la fuga a muchas, fue sentenciada por los caudillos enemigos Pezuela, Ramírez y Tacón, a ser azotada públicamente por nueve días con quien por conducir correspondencia e influir a tomar las armas contra los opresores americanos, y batídose con ellos, ha estado siete veces en capilla, con quien por su arrojo y denuedo y resolución con las armas en la mano, y sin ellas, ha recibido seis heridas de bala, todas graves, con quien ha perdido en campaña disputando la salvación de su Patria su hijo propio, otro adoptivo y su esposo…con quien mientras fue útil logró verse enrolada en el Estado Mayor del Ejército Auxiliar del Perú como capitana y ha quedado abandonada sin subsistencia, sin salud, sin amparo y mendigando. La que representa ha hecho toda la campaña del Alto Perú; ella tiene un derecho a la gratitud argentina, y es ahora que lo reclama por su infelicidad. Por tanto a V.S. suplica que previo derechos e informes, sea ajustada y satisfecha y se le otorgue la recompensa que se crea justa a su mérito, si su color no le hace indigna al derecho que le otorga al mérito y a las virtudes”
El 25 de mayo nos interpela en múltiples sentidos; algunos en relación a la mirada sesgada hacia el continente africano, pensado exclusivamente como portador de miserias, guerras y hambrunas, e incluso abordado como si su acontecer hubiera quedado detenido en la historia; y otros tantos sentidos están ligados a la imagen instalada de la Argentina como un país de origen "blanco" y europeo cuya diversidad pertenece solo al campo de la enunciación, idea que se esfuma al contrastarla con los datos del último censo nacional realizado en el 2010, en el cual 150 mil afrodescendientes se reconocieron como tales. Y seguramente la cifra es muchísimo mayor.
La invitación está hecha. Celebremos, por fin, un 25 de mayo retomando los hilos de una historia silenciada, recuperando a las y los sujetos sociales que lucharon por nuestra libertad, despojándolos de la puesta en escena estereotipada que no hace más que perpetuar el racismo y enmascarar nuestra identidad.