Se reinventa el cine en África
Traducción: Marcela Salas Cassani Foto: Carmen McCain E Isabel Moura Mendes
Uagadugú, Burkina Faso. Para aquellos que se dedican al cine en África, es, por muchas razones, un periodo importante de transición. Muchas cosas han cambiado en los últimos 15 años, y hoy se tiene la impresión de que hay algunas transformaciones radicales en puerta. Muestra de ello es la atmósfera que se respiraba en días pasados por las calles de Uagadugú, durante la vigésimo segunda edición del Festival Panafricano de Cine y Televisión de Uagadugú (FESPACO), el más grande y tradicional festival de cine del continente africano.
Un gran éxito, pero sobre todo, una buena ocasión para conocer las nuevas iniciativas que han emergido en los últimos años, a fin de resolver algunos de los problemas que minan profundamente el desarrollo de la cinematografía en el continente.
Antes de concentrar la atención en los nuevos proyectos a los cuales el FESPACO de este año ha servido de aparador, es necesario analizar brevemente los elementos que han precipitado el desarrollo de estas nuevas tendencias.
Dos problemáticas han motivado la reflexión en torno a la cinematografía africana desde sus albores, en los años sucesivos a las independencias: la cuestión relativa al financiamiento de las producciones y el público.
¿Cómo producir cine en un continente que muchas veces está obligado a depender de las ayudas internacionales, incluso para sus exigencias básicas? ¿Y cómo alcanzar a un público diseminado en territorios de difícil acceso, con condiciones climáticas adversas, y a menudo condicionado a la ausencia de infraestructura básica necesaria?
La articulación de estas dos problemáticas prácticamente ha orillado a la producción cinematográfica a una difícil situación de “punto muerto”.
Hasta ahora, los filmes producidos han sido completados gracias al apoyo ofrecido por la comunidad internacional (en particular, de las organizaciones francoparlantes) y, por lo tanto, han sido dirigidos al público internacional más que al local, agudizando así el problema de reparto en el mercado local, que de por sí ya era difícil por la situación geográfica.
Si bien en países como Sudáfrica, Egipto, Argelia y Marruecos se han encontrado soluciones más o menos duraderas para estas problemáticas debido al desarrollo económico más sólido que tienen estos países, en África subsahariana la situación ha empeorado progresivamente luego de la aplicación de los programas de ajustamiento estructural dictados por el Banco Mundial a mediados de los años 80.
Después de la aplicación de dichos programas, el reducido involucramiento de capital local en la producción cinematográfica prácticamente se ha extinguido. Muchas de las salas cinematográficas que hay en el continente han sido privatizadas o transformadas en iglesias o centros comerciales, y la producción fílmica casi ha desaparecido en la mayor parte de los países subsaharianos.
En años recientes, la progresiva transformación del comportamiento político francés en la producción cultural en África ha contribuido a complicar más la situación. Si bien, por muchos años Francia había jugado un rol determinante en la promoción de la producción cinematográfica y artística de los países del África subsahariana (en particular la franco parlante) suscitando algunas críticas por su actitud veladamente neocolonial, con la transformación de los equilibrios estratégicos en el continente y la diversificación de la política externa francesa en épocas recientes, el apoyo económico a la producción africana disminuyó dejando a los directores africanos frente a un complejo escenario.
En este difícil contexto, se ubicó en los años noventa el nacimiento de lo que puede ser definido como el fenómeno más revolucionario en el panorama de la cinematografía africana reciente, es decir, el desarrollo de la industria de video nigeriana, mejor conocida como Nollywood. Haciendo uso de tecnología digital de bajo costo y adaptando las estrategias de distribución a la informalidad de la economía local, los productores nigerianos han logrado idear un sistema para introducir al mercado de home-video cerca de diez mil títulos en quince años (restando las cifras oficiales y no contando aquellas películas que fueron introducidas al mercado sin pasar por el filtro de la censura).
El extraordinario éxito continental de este fenómeno, rápidamente adoptado por muchos otros países africanos, en particular los angloparlantes, ha sugerido posibles vías de salida a la crisis de las problemáticas señaladas previamente.
Dos de las palabras clave de esta revolución potencial son: tecnología digital y lenguaje estético/narrativo popular, orientado al público local y no a los festivales internacionales.
Si volvemos ahora al FESPACO de este año es posible notar cómo en torno a estas dos líneas se están observando los desarrollos más notables. El éxito de los videos nigerianos ha hecho comprender que el cine como forma de entretenimiento popular tiene un gran potencial en África y, por lo tanto, ha impulsado a directores y productores a cuestionarse de modo más firme en cuanto a las estrategias a seguir para dar a la distribución de los filmes africanos una estructura más efectiva, capaz de transformar el éxito popular evidenciado en el fenómeno del video en un éxito económico capaz de dar al cine africano los medios para mantener de modo autónomo su propio crecimiento.
Desde este punto de vista, la cuestión de la difusión por internet y de las tecnologías digitales en el continente resulta de central importancia, y es justamente en este punto donde se concentran algunas de las iniciativas más interesantes que fueron presentadas en el festival.
Históricamente, el África subsahariana ha visto crecer su infraestructura básica lenta y discontinuamente debido a una serie de problemáticas ligadas a la mala gestión de fondos públicos y a la inestabilidad política de numerosas regiones. En muchas partes del continente, por ejemplo, las líneas telefónicas nunca llegaron, volviendo la comunicación entre zonas urbanizadas y rurales extremadamente compleja. En este contexto, la introducción en los últimos años, primero de los teléfonos celulares y después de las redes de internet ha abierto posibilidades de comunicación y circulación de información sin precedentes.
En un lapso de poco más de diez años, Nigeria, un país con una población de 140 millones de habitantes, alcanzó la cifra de casi 90 millones de suscriptores a las compañías de telefonía móvil. En la mayoría de los casos, el internet ha ingresado a amplios sectores de la población a través de los celulares, generando nuevas oportunidades económicas y sugiriendo posibilidades alternativas para la circulación de imágenes producidas localmente.
Las iniciativas más interesantes que fueron presentadas en el festival miran estos factores como elementos clave para el desarrollo de la distribución del cine africano tanto dentro como fuera del continente.
El proyecto Mokolo, por ejemplo, discutido durante el FESPACO en el ámbito de un taller orientado a definir las líneas de acción específicas, es un proyecto que tiene como objetivo la creación de una plataforma en línea para la coordinación entre las varias iniciativas ya existentes de distribución de películas africanas vía internet, como africafilm.tv y africanfilmlibrary.com .
La idea es crear una base de datos abierta, directamente gestionada por directores y productores, en la cual esté disponible la mayor cantidad de información posible relativa a las producciones africanas, y a través de la cual sea posible también acceder a portales que permiten la adquisición directa de los filmes.
Tal proyecto, al cual se están adhiriendo progresivamente representantes de las experiencias cinematográficas más influyentes del continente, prevé estar activo en un plazo de dos años, tiempo en el cual, según las previsiones de muchos expertos, el continente alcanzará un nivel de desarrollo, a través de las nuevas tecnologías de la comunicación, capaz de hacer el sistema accesible en la mayoría de los países africanos. De hecho, grandes inversiones privadas enfocadas al desarrollo acelerado de la red de internet y de los canales televisivos accesibles vía teléfono móvil, están ya en marcha y pronto comenzarán a dar los primeros resultados.
Pero la innovación provocada por la introducción de las tecnologías digitales no contempla sólo la distribución en línea. De hecho, como lo demuestra el ejemplo de la industria de video nigeriana, la introducción de la tecnología digital está permitiendo a muchos rodar películas con presupuestos reducidos y distribuirlas directamente en el mercado local en formato de video.
Este sistema de distribución se está encausando progresivamente hacia el regreso del cine como espacio colectivo. El éxito de los videos ha suscitado el interés de emprendedores locales, que ven en las salas cinematográficas barriales (posiblemente equipadas con proyectores digitales) una fuente potencial de ganancias y una forma de contener el comercio de copias de video piratas, un fenómeno que ha alcanzado dimensiones tales, que representa una amenaza para la supervivencia de la misma industria de video.
En Nigeria, por ejemplo, hay en este momento al menos seis compañías que se dedican a la construcción de salas cinematográficas en el país, encaminadas a crear una oferta diferenciada, ya sea para un público del sector social medio-alto (salas de cine multiplex ubicadas habitualmente en centros comerciales) o para un público de nivel medio-bajo (salas cinematográficas barriales con precios accesibles y estándares de calidad técnicos más bajos).
Experiencias similares se están llevando a cabo en Senegal, Malí, Mozambique y en otros países del continente donde, entre la reintroducción de cines móviles (como la iniciativa mobicine.org) y la construcción de salas digitales barriales (como la iniciativa promovida en el festival mozambiqueño Dokanema), se está buscando reinventar la relación con el público local a través del uso creativo de los medios ofrecidos por los recientes desarrollos tecnológicos.
Como se dijo al inicio de este artículo, el cine en África ha debido luchar durante muchos años para garantizarse a sí mismo las condiciones primarias de existencia, es decir, facilitarse los instrumentos para producir películas con autonomía, sin depender de las condiciones impuestas por el capital proveniente del extranjero, y construir sistemas de circulación que permitan a los filmes producidos entrar en los circuitos económicos locales, y así tener un impacto real en la vida de las poblaciones que son representadas en las producciones.
Sin público ni mercado, por muchos años el cine africano ha luchado para hacer valer su fuerza y su novedad, la importancia de su contenido y el potencial provocativo de sus apuestas estéticas. Pero quizá en estos años estamos viendo una transformación real. Como se ha subrayado, las innovaciones tecnológicas han contribuido seguramente a abrir el espacio a tales transformaciones, pero el mérito principal en la realización de éstas debe ser atribuido a la voluntad de aquellos que ven en la lucha por la reapropiación de las imágenes un paso fundamental en la emancipación del continente entero.
La consolidación de la producción cinematográfica africana tiene como rol fundamental y potencialmente necesario mostrar al África de un modo diverso, ofreciendo la inspiración necesaria para repensar el papel de este continente en el mundo de hoy.